lunes, 4 de octubre de 2010

Pan Diario: 1 Cor. 2:1-2


Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría. Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo y a éste crucificado.


Pablo había aprendido la lección. ¿Por qué el apóstol escribe estas palabras a los corintios? Si nos remontamos al libro de los Hechos de los Apóstoles, en el capítulo 18, veremos que Pablo llega a Corinto después de estar en Atenas. Sabemos, por el relato, todo lo acontecido allí, su enardecimiento al ver la ciudad volcada a la idolatría, su discurso en el Areópago y cuál fue la reacción de los atenienses. Pero detengámonos allí en el discurso:¿Encontramos algo de raro en el discurso del apóstol? Sí, no es Cristocéntrico. ¿Y qué es esto? La predicación de Pablo no estaba centrada en Cristo, sino en competir con la sabiduría de los atenienses. El se quiso poner a la altura de sus oyentes y se olvidó de lo mas importante: Presentar a Jesucristo como Salvador. ¿ Y esto tuvo consecuencias? Si, Atenas fue la ciudad en la que cosechó menos fruto: el verso 34 nombra 2 personas y otros. Nunca había tenido tan magra cosecha; pero vemos a un apóstol que había aprendido del error, por eso, cuando llega a Corinto, no se propone otra cosa que hablar de Jesucristo (Hch 18:5), dejando toda excelencia de palabras y demostración de sabiduría.

¡Cuánta enseñanza deja esto para nuestras vidas! Si nuestra predicación no presenta a Cristo, en vano la hacemos, o es de muy poco provecho. Si nuestras palabras son para demostrar lo mucho que sabemos, nos engañamos a nosotros mismos, porque la gloria siempre debe ser para Dios. Aprendamos hoy del apóstol y pongamos cuidado, que cuando abramos nuestra boca para predicar sea a Jesucristo, y no a nosotros mismos.

Bendiciones




No hay comentarios: