martes, 13 de julio de 2010

Pan diario: Eclesiastés 4:12





Todos conocemos que para que haya un matrimonio deben haber 2 personas, las cuales acuerdan una unión para toda la vida. Pero esto no es lo ideal, pues deben haber 3 participantes de esa unión. Dicho de esta manera, parece una contradicción y, hasta diría yo, una herejía, pero esto es lo que dice la palabra de Dios. Cuando uno formaliza una relación matrimonial, lo hace ante Dios, entonces es un acuerdo entre 3 personas: el esposo, la esposa y Dios. Cuando esta situación no se tiene en cuenta, es cuando los problemas comienzan a aparecer en la vida. Cuando nos olvidamos de que Dios quiere ser partícipe activo de nuestro matrimonio y también influir en nuestras decisiones, es cuando nos vamos barranca abajo. Para que una relación unida en el santo estado del matrimonio sea duradera, que es lo que todos esperamos, debemos invitar a Dios para que esté presente, no solo al principio, no que sólo sea nuestro testigo, sino durante toda la vida.


"Esté Jehová entre nosotros dos para siempre."


1 Samuel 20:23


Bendiciones









Pan diario:SALMO 8:3-4


En mis escasos viajes hacia el interior de mi país, uno siempre ha quedado plasmado en mi memoria, quizás es una expreriencia común para algunos ,pero a mí me impresionó: el estar frente a una montaña. Recuerdo que la sensación que me invadía me sobrepasaba, era verme tan pequeña ante la inmensidad, hasta muy vulnerable. A veces uno se siente con un ego muy grande, a veces muy poderoso, invencible y muchas ideas que el hombre puede tener de sí mismo, pero cuando se enfrenta a algo grande, las sensaciones empiezan a cambiar. Y cambian mucho mas si pensamos que Dios es mas grande, aún que esa inmensa mole que hay delante nuestro. Sí, Dios es mas grande que lo que pueden ver mis ojos o puedo imaginar con la mente, y aún siendo tan grande, se ocupa de mí, dice que tiene de mí memoria. Pensar que estoy en el pensamiento de Dios me hace sentir importante, amada, querida; pensar que Dios pensó en mí cuando envió a su Hijo a morir, pagando por mí aquel precio altísimo de la redención, es un pensamiento que abruma, el de un amor tan grande que excede a todo conocimiento.

Piénsalo, Dios te ama, con amor eterno (Jer 31:3) no desprecies su amor, ha costado la vida del Hijo de Dios.