miércoles, 26 de mayo de 2010


Yo se que mi Redentor vive,

y al fin se levantará sobre el polvo;

y después de deshecha esta mi piel,

en mi carne he de ver a Dios.

Job 19: 26

¡Qué luz de esperanza se yergue desde las palabras del viejo Job!, palabras que inspiran fe, confianza y que nos dan aliento para seguir adelante. Como Job, podemos estar pasando muchas y variadas dificultades, ora mas ora menos, pero el que tiene esperanza no desmaya, pero no una esperanza vana, futil, sino una esperanza viva, basada en las promesas de Dios; aquel que tiene esperanza en su Dios cree, confía, soporta, espera.

En cambio, triste es la condición del que no tiene esperanza, o del que la tiene, si, pero en sí mismo y no en Dios, porque fuera de Dios toda esperanza se desvanece y toda confianza es inútil. Podrá estar rodeado de personas, pero el problema lo atraviesa solo, él y su alma.

Pero a aquel que deposita su fe en el Dios vivo, en Aquel que venció la muerte y resucitó, recibe aliento y fuerzas, en el momento de la dificultad no está solo, sino que Dios está allí, a su lado, para ayudarlo. Y el hombre de Dios camina sostenido en las promesas, camina en esperanza, en fe, mirando hacia adelante, creyendo que un día verá al Redentor.