martes, 14 de diciembre de 2010

Pan Diario: Genesis 25:28





Y amó Isaac a Esaú, porque comía de su caza; mas Rebeca amaba a Jacob.

El inicio del matrimorio de Isaac y Rebeca era muy promisorio. Ambos provenían de familias  bien constituídas y también venían de sendas pérdidas: Isaac, la pérdida física de su madre y Rebeca, haber dejado su familia para venir a ser desposada en tierra lejana. Dada la situación, aquel primer encuentro fue, a todas luces, muy prometedor. La Palabra de Dios dice que "Isaac amó a Rebeca y se consoló por la muerte de su madre" y Rebeca asumió todo el rol de señora que quizás Sara había dejado en la vida de padre e hijo. Pero pronto esta felicidad primera comenzaría a agriarse, pronto comenzaria a ajarse esta relación y a evidenciar problemas que pueden ser, aún motivo de desgaste en las parejasa modernas.
¿Qué era o cuáles eran estos problemas en el seno matrimonial? Parece dificil determinarlo. Evidentemente, no era la falta de buenas relaciónes físicas entre ellos, dado que Isaac demostraba su amor por su esposa aún en público (Gn 26:8) Pero el esposo y la esposa no pueden pasar todo el tiempo en la cama, necesitan crear una profunda e íntimar comunión de alma y espíritu; deben ser sinceros con sus sentimientos y pensamientos. Quizás era esto lo que faltaba en este matrimonio.
El problema de Isaac y Rebeca era, aparentemente, de comunicación. Cuando Rebeca quedó embarazada, despues de años de esterilidad, su embarazo fue realmente malo. Siendo Isaac de poca ayuda, fue a consultar a Dios. La respuesta del Señor no fue compartida por Rebeca, sino que ella guardó esto en su corazón ¡Cuántos problemas hubiera evitado, solo con decir que Jacob sería el que heredaría la primogenitura! ¿ Por qué no lo hizo? ¿Tan difícil era hablar con Isaac? Parece que sí.
Cuando nacieron los gemelos, la cosa se puso peor. Como sucede muchas veces cuando el marido y la mujer mantienen escasas relaciones entre sí, cada uno de ellos, Isaac y Rebeca en este caso, se apegó a uno de los niños, a modo de sustituto en sus relaciones,  para llenar el vacío que había en su interior. La personalidad arrollante de Esaú fascinaba a Isaac, quizás viendo en él el recio hombre de campo que él mismo nunca fue. Y Rebeca conversaba mas con aquel niño que prefería quedarse en las tiendas con ella, encontrando en él la compañia que nunca disfrutó de Isaac. Era un mal arreglo, y para peor destinado a marcar definitivamente la vida de los dos hijos.
Esto puede suceder en los hogares modernos de hoy. Una madre dominante y un padre pasivo tienden, según los estudiosos del tema, a crear hijos problemáticos y el favoritismo por los  uno de los hijo, a producir serios defectos de personalidad, produciéndo al final la disolución del vínculo de respeto y lealtad que debe existir en toda familia.
Alguno de los detalles de esta historia pueden variar. pero el patrón general de estas vidas se ha repetido en muchas familias desde entonces. Con la comunicación paralizada, es probable que se viva bajo el mismo techo pero cada quién en su propio mundo. No importa quién es el culpable, lo importante es que se acepte, primero, que hay un problema, y luego que se busque una solución en conjunto, porque de nada sirve que uno quiera arreglar la situación si el otro no acompaña, no tira para el mismo lado. Es bueno necesitarse el uno al otro y escucharse, con paciencia, comprensión y ánimo. Compartir con el otro sueños y frustraciones producirá en el matrimonio nuevos goces a medida que vayan restaurando la comunicación.
 

 Bendiciones