lunes, 14 de junio de 2010


Los que siguen vanidades ilusorias,

su misericordia abandonan.

Jonás 2:8

El hombre piensa siempre de sí con una actitud positiva, con cierto dejo de omnipotencia,pretendiendo ejecutar las cosas sin la ayuda de nadie, porque considerarse incapaz o limitado en alguna situación es un signo de debilidad que lo deja en una posición de vulnerabilidad intolerable. Pero olvidamos, todos nosotros, nuestra condición de criaturas, despojados de toda poder para cambiar o torcer nuestra situación. Miremos a Jonás huyendo de Dios y creyendo que podía escapar de realizar la voluntad de Dios; veámosle desafiando la orden de Dios y partiendo tras su propio pensamiento, tras su propia ilusión.¡Tan vana la ilusión de pretender huir de la presencia de Dios y de sus designios para nuestras vidas! Pero Jonás se encuentra en una situación poco agradable, y hasta impensable, si se quiere, casi, casi en la sepultura y desde allí no le queda mas que pedirle al Dios que había despreciado que lo saque de ese lugar, que tuviera compasión de él.

Si nos creemos todopoderosos, personas absolutamente dueñas de nuestra vida y queriéndo hacer de ella lo que nos plazca, pensemos que nos colocamos en un lugar mas cercano a la ira de Dios y que, tarde o temprano, nos guste o no nos guste, humillados hasta el polvo y al borde de la desesperación, clamaremos a la misericordia de nuestro Dios y él extenderá su mano y nos salvará.

Vivir dependiendo de la misericordia de Dios no es una vida de pobreza espiritual, es otrogarle a nuestro Dios el control de todo cuanto nos pase, porque aunque seamos sus hijos, la justicia que nos dejó libres de culpa y cargo no es la nuestra, sino la de Jesús.