lunes, 18 de octubre de 2010

Pan Diario: Salmo 95:7


Porque El es nuestro Dios; nosotros el pueblo de su prado y ovejas de su mano.


En la Biblia se compara al pueblo de Dios con muchas cosas: luz del mundo, sal de la tierra, ramas del olivo, pámpanos de la vid, pero la ilustración que mejor se ajusta al pensamiento de Dios es la de ovejas (Sal 74:1; 79:13; Mt 10:16; 15:24;Jn 10:3). Nos gusta mucho decir que "Jehová es mi pastor" (Sal 23:1) pero, para que haya un pastor debe haber ovejas, y ¿qué es ser una oveja y por qué Dios nos compara con este animal?

Una oveja, ante todo, es un animal doméstico, lo cual significa que se cría cerca del hombre, a diferencia del animal salvaje. La oveja no vive sola ni aislada, necesita estar con otros semejantes y con los humanos. Pero la oveja necesita mas cuidados que otros animales domésticos: le es imprescindible que el pastor le provea el alimento, el agua, que le haga descansar en lugares tranquilos, necesita que le ayuda en caso de cualquier peligro, ya que no sabe defenderse ni buscar algún auxilio por sí sola: si llega a anegarse, morirá porque por sí misma no sabe salir del peligro.

A primera vista, parece un animal bastante tonto, si cabe el término; pero yo diría que es un tipo del creyente absolutamente dependiente de su Dios; este animal nos enseña a que nada podemos hacer sin la ayuda de nuestro buen Pastor, así como el Señor mismo lo declaró en Jn 15:6. Ser una oveja del prado del Señor implica mucha mas renuncia y negación de nuestro propio yo de la que quizás podamos pensar. Lleva un trabajo arduo el renunciar cada día a nuestros propios intereses, sometiendo nuestra voluntad bajo la soberana voluntad de Dios.

¿Nos gusta referirnos a Dios como nuestro Pastor? Pues debemos calificar como ovejas para que lo sea, con todo lo que ello implica. Para nuestra reflexión final, ¿podemos decir: somos ovejas de su prado?

Bendiciones