lunes, 24 de mayo de 2010


Muéstrame tu rostro, hazme oir tu voz,

porque dulce es la voz tuya,

y hermoso tu aspecto.

Cantares 2:14b

Otro día comienza, la luz de la alborada,

tibios rayos se escurren entre las sombras que se van.

Otro día, ¿qué me deparas?

¿qué aprendizaje, qué enseñanza?

¿qué se oculta en el paso galopante de tus horas,

que se escapan, que se escurren,

dejando huellas en el alma?

Cuando el día se yergue ante mí,

impetuoso, desafiante;

con un dejo de orgullo y altivez,

deseo tener las alas para escapar,

para que sus tinieblas no me abracen,

ni el desaliento disipe toda esperanza;

Hazme oir tu voz, Señor,

allí, cuando la angustia ahoga

el júbilo del alma.

Hazme oir tu voz, tu voz que me llama,

tu voz que calma, que cura

cuando la herida sangra.

Tu dulce voz, Jesús, es la que deseo oir,

guiándome, cuando perdida estoy,

y ya no veo nada.

RONI