miércoles, 24 de noviembre de 2010

Pan Diario: Hebreos 10:15-16


Y nos atestigua lo mismo el Espíritu Santo; porque después de haber dicho:



16 Este es el pacto que haré con ellos


Después de aquellos días, dice el Señor:


Pondré mis leyes en sus corazones,

Y en sus mentes las escribiré,

Los que alguna vez hemos estudiado geografía, sabemos que la Tierra tiene 2 movimientos: rotación, alrededor de su eje, que produce el día y la noche, y traslación, alrededor del Sol, lo cual da lugar a las estaciones, y esto quedó establecido así desde Génesis 8:22, o sea, la sucesión de cosas indefectiblemente:
      "Mientras la tierra permanezca, no cesarán la sementera y la siega, el frío y el calor, el verano y el invierno, y el día y la noche."
Ahora, esto pasa cada día, el movimiento de la Tierra se produce ¿ y nosotros lo percibimos? ¿nos damos cuenta del movimiento? ¿Tenemos influencia sobre ello? No, esto pasa "a pesar" nuestro, y así todas las cosas de la naturaleza suceden sin la intervención del hombre. ¿Qué es lo que pasa? ¿Como todo esto, de lo cual somos diarios testigos, sucede sin que nosotros podamos cambiarlo? Quizás hay algo que muchos ignoran y es que todas las  fuerzas de la naturaleza son la evidencia de la presencia y el poder del Espiritu Santo ejecutando la voluntad de Dios en el mundo que nos rodea.
El Espíritu Santo, dejado por Jesús a los creyentes como arras de la herencia en los cielos, está presente en el mundo desde su creación y es aquel que sostiene la naturaleza y la vida en la tierra y lo hará hasta el fin (Gn 1:2 Apocalipsis 22:17). Siempre estuvo involucrado con la vida y sobre todo, con el hombre, aunque nosotros lo ignoremos.
El Espíritu Santo está en la Tierra, no solo para sostener la creación sino también para llevarnos a conocer a Dios; está presente no solo en el inicio de la vida física (Job 33:4) y también en el inicio de la vida espiritual (Jn 3:5-6). El Espíritu Santo fue dejado como ayuda a los creyentes, para acompañar su peregrinar hasta llegar a la patria Celestial. ¿Tomamos realmente conciencia de quiénes somos para Dios, que su Espíritu se ocupa de nosotros permanentemente? ¿Lo dejamos que, así como sostiene la creación, sostenga nuestra vida? Si la vida que nos tocó vivir parece ser muy pesada, estemos seguros que Dios no quiere que la llevemos solos.
Bendiciones