martes, 16 de noviembre de 2010

Olor a mar y cuerdas. Mateo 4:18-19

Tibias aguas, serenas olas,
bañaban las costas del mar de Galilea.
Quietud de un atardecer apacible
con olor a mar y cuerdas.
Hastio, quiza, intecionado,
de hombres rudos,
cansancio de una jornada
que se va sin sobresaltos,
rutina de vidas marinas,
con olor a mar y a cuerdas.
Lentos pasos se acercan
por la solitaria costa
donde el otrora bullicio marino
dio paso al suave murmullo
de canciones bellas.
Parado frente a una barca
una figura sublime, imponente
se dirige a los ensimismados
que pensativos, el mañana proyectan.
Y oyeron claras y firmes palabras
que marcarían  un glorioso horizonte
alejado de mar y cuerdas.
"Venid en pos de mí,
y os haré pescadores de hombres"
¿Negarse? Imposible
Aquel Señor parado al lado
de sus pobres barcas
tenía ojos de amor y mirada tierna,
pero sus palabras firmes
calaron hondo, y recalaron
en lugares donde no llegaba
el olor a mar y cuerdas.
Allí dejaron todo,
olvidando una vida de mar,
se lanzaron a un nuevo desafío
lleno de fe y vivas experiencias,
quiza parecido, si,
pero ya lejos del mar y las cuerdas.
Bendiciones