sábado, 30 de abril de 2011

REFLEXIONES

¿Por qué oramos?



Cualquier persona prudente que luche con la oración, pregunta: ¿Qué sentido tiene orar? ¿El objetivo principal es conseguir cosas de Dios? George Mac Donald propuse este razonamiento en cuanto a la oración:
¿Y si Dios supiera que la oración es la necesidad mas básica e importante? ¿Y qué sucedería si el objetivo principal del concepto de Dios sobre la oración fuera suplir nuestra inmensa e infinita necesidad: la necesidad de él mismo? La comunión con Dios es lo que precisa nuestra alma, mas allá de toda otra cosa. La oración es el comienzo de esa comunión, de hablar con Dios, de volvernos uno con El, lo cual constituye el único fin de toda plegaria y, sin dudas, de la existencia misma.
Dios nos quiere para él; él desea tener comunión con nosotros. Su propósito con la oración no es hacer que nos sentemos a pedirle cosas, sino que lo conozcamos. Y orar es su método para lograrlo.
Pero a veces, cuando oramos, nos concentramos en los beneficios de la mano del Señor e ignoramos la mano en sí. Suplicamos con fervor por otro trabajo o para recuperar la salud. Mas tarde, cuando obtenemos el premio, nos alegramos y, después, casi perdemos todo contacto con él. Su provisión solo sirve para que paguemos el alquiler, nos sanemos de una enfermedad o superemos la crisis. Cuando se suplió la necesidad, su mano ya nos importa poco.
A pesar de que, por su Gracia, Dios da buenas dádivas a sus hijos, él nos ofrece mas. Se pone a sí mismo a nuestro alcance. Aquellos que simplemente se satisfacen con baratijas de la mano del Padre se pierden la mejor recompensa de la oración: comunicarse y tener comunión con el Creador del universo.
El Todopoderoso se dio a conocer a través de su Hijo Jesucristo, que murió en la cruz y resucitó para pagar el castigo por nuestros pecados. Si no conoces a Cristo como tu Salvador personal, acude a El en oración-quizás por primera vez-, confiesa tu pecado y recibe el perdón que necesitas. Juan 3:16 dice:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.
Cuando aceptes la salvación que Jesús ofrece, comenzarás esa comunicación fundamental con Dios, tan esencial para tu bienestar espiritual como lo es la respiración para la vida física.

(Tomado de NUESTRO PAN DIARIO, 2011 por RBC Ministries, Abril-Mayo-Junio 2011)