miércoles, 11 de agosto de 2010

Pan Diario: 1 TIMOTEO 1:12-14


Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio,

habiendo yo sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador; mas fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia, en incredulidad.

Pero la gracia de nuestro Señor Jesucristo fue mas abundante con la fe y el amor que es en Cristo Jesús.


Quien no conozca la historia del Apóstol Pablo, puede pensar que era una persona que siempre perteneció a las filas del evangelio, considerando su abundante producción literiaria, la cual es la base de toda la doctrina cristiana. Pero no siempre fue así. Criado a los pies del rabí Gamaliel, estuvo ligado a las autoridades judías en su juventud, lo cual lo llevó a tener profundas conviccíones religiosas. Y fueron éstas las que lo llevaron la librar una guerra sin cuartel contra aquellos que decían que Jesús era el Hijo de Dios. Saulo de Tarso, tal es su nombre verdadero, se había erigido como el defensor implacable de la religión judía, llevando a los cristianos a las mas grandes torturas, a fín de conseguir frenar el avance de este nuevo movimiento que amenazaba aquello que había creído toda su vida. Pero un día, cuando iba de camino a la ciudad de Damasco, donde pensaba buscar y encerrar a los cristianos que habían huido de su espada, Jesús mismo le salió al encuentro, pedonándolo y enviándole como embajador del reino de los cielos, para que llevara hasta los confines del mundo ese evangelio que tanto había combatido.


Al Señor Jesús no le importó todo lo malo que había hecho Saulo en su vida, ni cómo había perseguido a sus seguidores hasta la misma muerte, sino que vio en él a un hombre fiel, capaz de morir por su causa; un hombre de convicciones firmes frente a aquellos que requirieran cuenta de su fe, pero tambien un hombre rendido a aquel que lo amó a pesar de todo.


Quizás te consideres tan malo como para que Dios te perdone, o creas que Dios necesita que seas mas bueno para acercarte a El. Esto no es cierto, la vida del apóstol Pablo puede demostrártelo; no necesitas ser bueno para volverte a Dios, sólo necesitas decir: Señor, qué quieres que yo haga.

Bendiciones







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