martes, 4 de mayo de 2010


Dice el necio en su corazón: No hay Dios.

Se han corrompido, hacen obras abominables;

no hay quién haga el bien.

El Señor miró desde los cielos sobre los hijos de los hombres

para ver se había algun entendido

que buscara a Dios

Todos se desviaron, a una se han corrompido,

no hay quién haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.

Salmo 14:1-3

"No hay Dios", "si hay un Dios, porque...?", son frases que se escuchan muy a menudo, son palabras que denotan ingnorancia y connotan una gran necesidad de respuestas. Pero ambas situaciones convergen en un mismo sitio: la Palabra de Dios. En ella podemos encontrar muchas respuestas a los interrogantes de la vida, pero Dios no dejó su palabra para que la utilicemos como un libro mas, sino que tiene un mandato mas sublime: Dios dejó su palabra para que le conozcamos a El; su persona, sus deseos, sus pensamientos hacia nosotros están plasmados a través de sus páginas.

El ser humano es realmente ciego, y no tan sólo esto, sino también necio: Dios dejó su creación ante nuestros ojos para que le alabemos, y no lo hicimos, nos dejó su palabra para que le busquemos y no quisimos, nos envió a su Hijo para que le creamos y... ¿qué hacemos?

Aún queda una esperanza, sus brazos aún están abiertos para todo aquel que quiera buscarle de corazón, no le rechacemos.

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