Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; todo es vanidad.
Tal vez Usted se pregunta en el silencio de su corazón si de verdad vale la pena vivir. Oscuras nubes se ciernen sobre su horizonte, el dolor se agudiza, la visión se oscurece, la esperanza se disipa... y ud, con razón, se pregunta si es cierta esta afirmación. O tal vez se pregunte lo mismo en otros términos. Quizás no puede comprender cómo se puede reír o divertirse, olvidàndose que se está rodeado de tanto mal. El resultado de todo esto es que ud. no tiene el gozo de la vida. Vive sí y se hace preguntas, pero eso de gozarse o de sentirse plenamente feliz, eso es algo que ha dejado hace mucho tiempo.¿Cómo es posible gozarse en esta vida?
En la Palabra de Dios, por supuesto, podemos encontrar la respuesta, es mas, hay un libro que responde a esta pregunta... y las experiencias de su escritor son parecidas a las de mucha gente de estos tiempos. Preguntas como ¿Cómo debe uno vivir? ¿Qué cosas son importantes en la vida? o ¿Vale la pena la vida? son preguntas que orientaron su búsqueda, búsqueda a la que dedicó su vida.
Ante sus ojos se erigían injusticias de todo tipo y color: "Me volví y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quién les consuele; y la fuerza estaba en manos de sus opresores, y para ellos no había consolador". ¿Cómo puede uno tener una visión optimista ante semejante desastre? Su decisión era clara: "Vanidad de vanidades, todo es vanidad".
Pero no; no todo es vanidad, hay algo. El predicador, tal es el nombre con el que se identifica al escritor de Eclesiastés, tiene algo que decirle al hombre que también se pregunta acerca de la vida. Les dice: "He visto que no hay cosa mejor para el hombre que alegrarse en su trabajo, porque esta es su parte"; pero aún con esto no le es posible encontrar el gozo de vivir. ¡Parece algo imposible para el ser humano!
Aún así, en este maravilloso libro, podemos descubrir, y eso es así, tres principios que pueden hacer de guía para hallar este gozo tan anhelado.
En primer lugar, hay diferencias entre cómo viven y actùan las personas y Eclesiastés, en particular, deja ver las radicales diferencias entre los justos y los injustos, los piadosos y los impìos, los que viven segùn los principios de Dios y los que no lo hacen. Cierto es que todos tenemos el mismo fin y la tumba nos espera por igual, pero Ud. debe entender que es claramènte bíblico distinguir entre actos buenos y malos.
En segudo lugar, uno descubre que todos los actos del hombre Dios los pesa en balanza, premiando el bien y castigando el mal. Quizàs a nuestros ojos, parezca todo lo contrario. Pero esto es porque no miramos con la perspectiva de Dios, que es eterna.
Y en tercer lugar, es descubrir que las balanzas de Dios son justas y exactas. El Dios de Justicia es perfecto en todos sus actos y pesarà sobre balanza justa todos los actos, sean buenos o malos.
En vista de esta realidad, el escritor ofrece un sabio consejo al hombre: "Teme a Dios y guarda sus mandamientos porque esto es el todo del hombre". Si, hay injusticias y condiciones vergonzosas, pero al fin de cuentas es la respnsiblidad del hombre conducirse en el conocimiento de que hay un Dios, que tiene leyes para cumplir y que ese Dios juzgarà a los vivos y a los muertos.
Quizàs anhele vivir el gozo de la vida, pero todo le parece imposible: La soluciòn es creer en el Hijo de Dios, que vino a esta tierra precisamente porque el hombre no podìa cumplir los deseos de Dios. Para llegar hay que atravesàr el camino que Jesús marcó con su sangre. Solamente el cumpliò todo a la perfecciòn. Por la fe en El podemos ser felices, porque el dijo que habìa venido para que los suyos tengan gozo y lo tengan en abundancia.
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