Y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por fe que es en Cristo Jesús
Timoteo era un joven al cual Pablo había llevado a los pies de Jesús, muchas veces lo llama amado hijo (2 Ti 1:2) y verdadero hijo en la fe (1 Ti. 1:2).Pero aún siéndo él quien le predica el evangelio, las buenas nuevas de salvación, destaca la ventaja que Timoteo había tenido, quizás como él mismo, al haber sido instruido por su madre y su abuela en la Palabra de Dios. Sabemos que este joven era hijo de madre judía, pero de padre griego(Hch. 16:1), lo cual no impidió a Eunice ni a Loida poder instruir al niño en la fe judía. Aquel cimiento formado en él por estas dos mujeres de Dios, fue fundamental cuando Timoteo fue creciendo.
Y aquí Pablo nos deja una enseñanza sobre la importancia de instruir a nuestros hijos en la palabra de Dios. Quizás para los niños, y aún para nosotros, es común que no entiendan mucho la palabra que se les da, que se les enseña; pero la palabra que el niño recibe, no es una palabra cualquiera, muy por el contrario, esa palabra, olvidada tal vez en un rincón del corazón, un día brotará y dará su fruto. A veces pensamos que es inútil enseñar a los niños, que ellos no entienden, pero el Apóstol nos enseña que esa palabra sembrada en los tempranos años de vida los pueden hacer sabios, los pueden acercar de un modo mas rápido, a obtener la salvación por fe en el Señor. Cuando el Señor sale al encuentro de un joven que tiene conocimiento de la Biblia, esas palabras guardadas comienzan a cobrar sentido, porque no es una palabra muerta, sino la Palabra que da vida.
Tomemos el ejemplo de estas dos mujeres que no desmayaron en el afán de formar en su hijo un cimiento sólido, el cual fue de bendición, no solo para su vida, sino bendiciendo a otros en la obra del Señor.
Bendiciones