Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.
La Biblia compara la vida de un creyente con una carrera, pero a veces corremos con total desconocimiento del lugar o la situación, y esta carrera, como las demás, requiere de parte del atleta, tanto una preparación como un conocimiento de la pista y de las leyes que rigen la competencia.
¿CÓMO DEBEMOS SER PARA CORRER ESTA CARRERA?
- FUERTES: recibiendo la fortaleza del Señor (Is. 40:31)
- ENTRENADOS: aquel que quiere llegar, de todo debe abstenerse (I Cor. 9:25) Todos tenemos aspiraciones en la vida y a veces nos esmeramos en conseguirlas: el que estudia, el que quiere comprár algo de cuántas cosas no se priva, pero ¿de qué hay que privarse? No de lo necesario, sino de lo prescindible. (He. 12:2) El peso quita fuerza y velocidad)
- CUMPLIR CON LAS CONDICIONES: Ser como niños: humildes, perseverantes y sobre todo dependientes (Mt. 18:3)
¿QUÉ DEBEMOS CONOCER DE LA CARRERA?
- LA PISTA: su Palabra (Salmo 119:32)
- EL PREMIO: La corona de gloria (1 Pe. 5:4)
- EL PUBLICO: No corremos solos (He. 12:2)
¿SI SE HA DEJADO DE CORRER LA CARRERA?
- Es posible que nos hallamos quedado en el camino o que alguien nos haya hecho tropezar y caer (Gál 5:7)
EL VEREDICTO FINAL ¿CUAL SERÁ?
- Si hemos corrido legítimamente, respetando todas la condiciones, seremos coronados. (2 Ti. 2:5)
Cuando uno desea algo, se esmera en conseguirlo, si lo estamos haciéndo, gloria a Dios; pero si no, pongamos nuestros ojos en el premio, pongamos nuestros ojos en Cristo Jesús.
Bendiciones