Sed sobrios y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar.
Es muy apropiada la ilustración que utiliza el apóstol para explicar el accionar del enemigo de nuestras almas. Pedro compara al diablo con un león rugiente que anda rondando buscando a quién devorar. Pero, ¿cuál es el peligro o en qué cosa debemos estar alertas? A modo de ejemplo, compartamos esta anécdota: Cierto cazador se encontró perdido en una sabana africana con su Jeep; pronto los animales comenzaron a rodearlo, aunque reservaban las distancias. El cazador, ante la inmovilidad de las fieras, decidió aventurarse fuera de su vehículo, avanzando y alejándose de él mas y mas. Y fue es ese momento cuando los animales lo atacaron. ¿Qué fue lo que pasó? El león, como todas las fieras, tiene instinto, y ante un "objetivo" tan grande como puede llegar a ser una camioneta, no se aventuró a atacar, al medir los tamaños. Pero en cuanto el "objetivo" se hizo mas "pequeño" e "individual", se convirtió en su "presa".
Así pasa con nosotros y esto es lo que nos recomienda el apóstol. Cuando nosotros permanecemos "en Cristo", bajo su cobertura y en su voluntad, el enemigo no puede identificarnos, sólo ve "alguien mas poderoso" y no ataca. Pero, en cuanto nosotros nos aventuramos "fuera de Cristo", lejos de su cobertura y de su voluntad, pasamos a ser "objetivos fácilmente identificables" por el enemigo y es allí dónde nos ataca.
El Señor dijo que nadie arrebatará a sus ovejas de su mano (Juan 10:28); velemos, pues, para no vernos alejados del Señor, a merced del enemigo, porque él no tendrá piedad de nosotros.
Bendiciones