Yo se que mi Redentor vive,
y al fin se levantará sobre el polvo;
y después de deshecha esta mi piel,
en mi carne he de ver a Dios.
Job 19: 26
¡Qué luz de esperanza se yergue desde las palabras del viejo Job!, palabras que inspiran fe, confianza y que nos dan aliento para seguir adelante. Como Job, podemos estar pasando muchas y variadas dificultades, ora mas ora menos, pero el que tiene esperanza no desmaya, pero no una esperanza vana, futil, sino una esperanza viva, basada en las promesas de Dios; aquel que tiene esperanza en su Dios cree, confía, soporta, espera.
En cambio, triste es la condición del que no tiene esperanza, o del que la tiene, si, pero en sí mismo y no en Dios, porque fuera de Dios toda esperanza se desvanece y toda confianza es inútil. Podrá estar rodeado de personas, pero el problema lo atraviesa solo, él y su alma.
Pero a aquel que deposita su fe en el Dios vivo, en Aquel que venció la muerte y resucitó, recibe aliento y fuerzas, en el momento de la dificultad no está solo, sino que Dios está allí, a su lado, para ayudarlo. Y el hombre de Dios camina sostenido en las promesas, camina en esperanza, en fe, mirando hacia adelante, creyendo que un día verá al Redentor.