A todos nos gusta ser prosperados en lo material y siempre miramos este versículo como un aval en nuestras vidas. Sabemos que todo proviene de nuestro Dios, él es el da "semilla al que siembra y pan al que come" (2 Cor. 9:10) y que podemos descansar en sus promesas acerca de que él conoce de qué tenemos necesidad. Pero no todo es bendición en lo material, la bendición no solo es "material".
El apóstol Pablo, como sabemos, era un hombre que trabajaba con sus manos, para no ser gravoso a las iglesias (Hch. 18:22), aún teniendo derecho de hacerlo (1 Cor. 9:12).No podía decir que se había enriquecido a causa del evangelio, o que el servir al Señor había cambiado su "status quo", pero él se sentía un hombre bendecido por Dios y a través de él la bendición llegaba también a los demás. Y esa "bendición" era la que lo enriquecía, y en ella era consolado:" ...como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo", escribía nuevamente a los hermanos corintios en la 2 carta (2Cor. 6:10)
El apóstol veía que la bendición que provenía de Dios, esa semilla del evangelio que él sembraba con tanta pasión, tenía un eterno peso de gloria; el predicar el evangelio era para él el privilegio mas grande, el honor mas sublime al que un hombre podía aspirar. Nada de este mundo lo deslumbró, por nada de este mundo fue cegado, sino que al final de su carrera, sabiendo que su ansiada partida estaba próxima, escribía a Timoteo estas alentadoras palabras:
He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe;
Por lo demás, me está guardada la corona de justicia,
la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día;
y no solo a mí, sino también a todos
los que aman su venida.
2 Ti. 4:7-8
Pongamos en el Señor nuestro Dios nuestra confianza y no en las riquezas, que perecen. Miremos siempre hacia arriba, y no dejemos que nadie se quede con nuestra corona.
Bendiciones