Alábate el extraño y no tu propia boca; el ajeno, y no los labios tuyos.
¡Cuán pocas palabras usó el escritor para expresar una idea tan simple, pero cuan difícil es llevarlo a cabo! Es que nosotros somos así, creemos que nuestra obra necesita ser reconocida, y si no es así, pues ayudamos un poco ¿no? Si no se ha notado, lo hacemos notorio; después de que algo fue hecho en silencio, nos parece injusto y lo proclamamos a viva voz. Nuestra obra necesita ser conocida y que todos se enteren que fui YO el que la ejecutó. Somos así.
Muchas veces, aún los cristianos, nos vemos enredados en estas tramas profundas, lazos que son colocados delante nuestro para que caigamos en sus redes. Pero debemos reconocer, aunque creo yo que ya lo sabemos, que este comportamiento es típico del enemigo de nuestras almas, Satanás. La propia exaltación fue aquello que lo condenó, el "creerse", como decimos por mis tierras, fue aquello que Dios condenó. Veamos el pasaje de Ezequiel que arroja bastante luz sobre esto. Ezequiel 28: "... Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría y acabado de hermosura...Tu, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos, desde el día en que fuiste creado, hasta que se halló en tí maldad...Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura y corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor, yo te arrojaré por tierra." Por eso el Señor nos pone en sobreaviso, "alabate el extraño y no tu propia boca" porque a él no le gusta la vanagloria, la propia exaltación.
Veamos el contraste entre esta actitud y la de nuestro Señor Jesús. El no buscaba que su obrar fuera exaltado, cada cosa que tenia que ver con su persona conllevaba algún pedido de silencio:" Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que él era Jesús el Cristo" (Mt 16:20) "Pero él mandó mucho que nadie lo supiese, y dijo que se le diera de comer" (Mr 5:43) "Y él mandó que no lo dijese a nadie" (Lc 5:14). Jamás vamos a encontrarlo diciendo: El milagro que yo hice, cuántas cosas que yo hice, merezco la alabanza por lo que yo hice. Pero el fue mas allá, porque no solamente no se alabó a sí mismo, sino que no aceptó la gloria de los hombres: "Gloria de hombres no recibo" (Jn 5:41)
Es necesario pensar un momento acerca de esto y decir: mi actitud ¿de quién está mas cerca?