Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí y yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de mí, nada podéis hacer.
Es interesante pensar en esta relación intrínseca, tan real como lo es la "causa y efecto". Es una relación a la que Dios nos invita a entrar y permanecer, es una relación "personal" con el Señor. Lejos está la idea de que Dios no se preocupa de nuestra vida, ni de aquello que nos pasa o aquello que pensamos, al contrario, él quiere estar presente en todo. Nuestra relación con Dios debe ir en aumento, pero es un aumento regresivo, o sea, como dijo Juan el Bautista: "Es necesario que él crezca, pero que yo mengue"(Jn 3:30). Entender que es el Señor quien debe ocupar el primer lugar en nuestra vida, no es tarea facil y es la batalla que todos los días debemos librar con nuestra carne, porque sabemos que los deseos de la carne son contra el Espíritu (Gál 5:17)
Dios puede hacer todo sin el hombre, pero nosotros no podemos hacer nada sin Dios: es como si le pidieramos a una rama vivir, brotar y fructificar cortada del arbol a la cual pertenecía. Aprendamos, pues, a vivir nutridos cada día de la rica savia de la vid verdadera.
Bendiciones