Quita las escorias de la plata, y saldrá alhaja al fundidor.
Toda metal de aquellos que llamamos "preciosos" no se encuentran en estado puro en la naturaleza. Cuando se decide hacer una joya o un objeto de alto valor, se comienza un proceso al metal que consiste en fundirlo, esto es, llevarlo gradualmente a convertirse en líquido, a fin de poder colocarlo en el molde apropiado. Este proceso no es de manera abrupta, sino que el orfebre se toma su tiempo, porque si lo apura, puede quemar el material y hacerlo inservible. Pero en ese tiempo que el metal va adquiriendo temperatura, van subiendo a la superficie las "escorias",
pequeñas basurillas que están con el metal en su estado primitivo, pero que no sirven si se quiere obtener una joya, ya que esta "escoria" disminuiría el valor comercial y también podría llevar a que la joya se quiebre. En este tiempo que dura el proceso, el orfebre va sacando la escoria que surge, a medida que el fuego va subiendo. ¿Cuándo termina ? cuando mira la superficie del metal fundido y puede ver su rostro reflejado en ella, sólo en ese momento apaga el fuego, el metal está listo para llevarlo al molde.
¡Qué preciosa ilustración de la vida cristiana! Nosotros somos ese metal impuro, que necesita tratamiento si quiere convertirse en una joya. Entonces nos ponemos en las manos del orfebre divino. El proceso es doloroso, ya que la escoria no sale sino con fuego, y el Señor se encarga de subir el fuego, pero no es para nuestro mal, no, sino para que nos purifiquemos, porque con toda esa escoria que llevamos dentro, no seremos instrumentos en sus manos. Y el fuego sube y la presión también ¿hasta cuando, Señor? Hasta que pueda verme a mí en tí.
Aceptemos, pues, aunque sea doloroso, el fuego de la prueba que ha sobrevenido sobre nuestras vidas, porque cuando el orfebre termine, seremos joyas que brillen para su gloria.
Bendiciones