Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita en la eternidad y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, y con el qubrantado y humilde de espíritu, par hacer vivir el espíritu de los humildes paa vivificar el corazón de los quebrantados.
Bajo la pluma del profeta Isaías, podemos observar descripciones maravillosas acerca de Dios, respecto de su personalidad y su gloriosa majestad. Cada palabra, cada verso, nos permite vislumbrar la esencia de Dios, su extremada grandeza y su gran poder se intentan, como si se pudiera, medir en palabras. Creo que no alcanzarían las palabras del mundo para describir la grandeza y magnificencia de Dios. Dice el profeta mas adelante.
"¡Oh, si rompieses los cielos y descendieras, y a tu pesencia se escurriesen los montes, como fuego abrasador de fundiciones, fuego que hace hervir las aguas, para que hicieras notorio tu nombre a tus enemigos y las naciones temblase a tu presencia! Is.64:1-2
¡Que maravillosos es pensar que ese es nuestro Dios! Y que ese Dios tan grande, que los cielos de los cielos no pueden contener, ante cuya presencia los montes se derriten, el gran Soberano de todos, habita con el humilde de corazón y con el quebrantado de espíritu. ¿Cómo puede ser esto?
Dios, el Creador del universo, no necesita nada de nosotros que podamos ofrecerle, sólo busca un corazón que de propia voluntad se coloque debajo de sus alas, en señal de dependencia absoluta de su cuidado. El Señor quiere cuidarnos, protegernos, defendernos, derramar toda su misericordia sobre nosotros, quiere ser nuestro Dios.
Meditemos en esto, en el privilegio tan grande que tenemos que somos hijos del Dador de la vida, y vivamos de acuerdo con tan grande distinción.
Bendiciones