Una cosa he demandado a Jehóva, ésta buscaré;
que esté yo en la casa de Jehová todos los días de mi vida,
para contemplar la hermosura de Jehová y para
inquirir en su templo,
Porque El me esconderá en su tabernáculo en el día del mal,
me ocultará en lo reservado de su morada,
sobre una roca me pondrá en alto.
Salmo 27:4-5
Estar cerca de Dios es, para aquel que le conoce, un deseo constante, porque estar bajo la protección de Dios nos da una tranquilidad inmensa, una seguridad de que nada ni nadie podrá dañarnos si permanecemos bajo su mano. A veces se nos ocurre aventurarnos afuera, pero cuando vemos el peligro, corremos bajo las alas del Señor, como el pollito corre a refugiarse bajo las alas de su madre, porque sabe que allí encontrará seguridad y que nadie osará perjudicarlo.
Cuando uno no conoce a Dios está solo frente al peligro y no tiene donde ocultarse, donde guarecerse, y en consecuencia lleva el daño.
Que sea un anhelo constante permanecer bajo el cuidado de Dios, nuestro Padre, y nunca desear salir de allí, porque afuera hay mucho peligro; sólo en El podremos evitar que el mal nos alcance y nos deje para siempre marcada el alma.
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