Pueblos todos, batid las manos; aclamad a Dios con voz de Jubilo.
Días pasados escuché una predicación acerca de la adoración a Dios y me llamó la atención el punto de vista del predicador. El decía: ¿Es tan inseguro o egoísta Dios que necesita que permanentemente le estemos alabando, que le estemos bendiciendo? ¿Por qué Dios exige la alabanza de su pueblo? Es una buena pregunta.
En primer lugar, Dios no necesita nada de nosotros, las criaturas. El siempre existió independientemente de la presencia del ser humano. No necesita nada que nosotros podamos darle para existir, El es El-Olam, el Dios Eterno.
¿Para qué, pues, Dios exige adoración? Lo hace por nosotros. ¿Puede creerlo? Lo hace porque Dios sabe lo beneficioso de la alabanza. El pueblo hebreo siempre se distinguió por la adoración a Dios, los salmos son una prueba de ello, y Dios siempre les dio victoria. Esa es la relación: Alabanza- Victoria. Pero, ¡cuánto nos cuesta alabar a Dios en los problemas! De nuestra boca salen quejas y palabras duras, buscando una solución por la vía lógica y no bendecimos a Dios con nuestros labios.
Esto es un desafío hoy para nosotros: aprendamos a adorar a Dios, a levantar nuestras manos y nuestras voces bendiciendo su nombre. Dejemos que Dios nos enseñe a remontarnos por sobre la tormenta y ver que el sol brilla a pesar de todo. Dejemos que Dios resuelva nuestros "imposibles" y miremosle obrar con ojos asombrados. Alabemos su nombre a pesar de las circunstancias. La victoria vendrá después de la alabanza.
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