Bienaventurado el hombre que tiene en tí sus fuerzas, en cuyo corazón están tus caminos. Atravesando el valle de lágrimas, lo cambian en fuente, cuando la lluvia llena los estanques, irán de poder en poder; verán a Dios en Sión.
Cuántas veces se ha oscurecido el cielo de nuestras vidas y las nubes se han amontonado sobre nosotros. Y cuántas el valle fértil donde habitamos se trasformó en un desierto árido y solitario, y todo aquello donde estaba puesta nuestra confianza se disipó como la bruma de la mañana. Muchos hemos vivido esta situación de desierto espiritual, y no solo en lo espiritual, sino también en lo material. Parece que trabajamos y echamos en saco roto, parece que nuestras fuerzas nos abandonan y delante nuestro el enemigo siembra desaliento. Pero el cristiano está hecho de otra madera, una madera como de acacia, que no se corrompe, cuyo material resiste todos los embates. El cristiano verdadero sabe que su Dios, en estos momentos, no lo ha abandonado, sino que lo lleva en sus brazos. Cree que su Dios vendrá en su socorro y lo salvará. Y aunque todo parezca que se derrumba, esperará, porque la salvación viene de Jehová. Sólo el cristiano no se siente solo en el valle de lágrimas, solo él puede cambiar una situación desfavorable en bendición.
Hay una vieja canción que decía:
Cuando todo parece oscuro, cuando difícil es decidir,
y la vida parece absurda, sin una luz para alumbrar,
digamos: TODO LO PUEDO EN CRISTO QUE ME FORTALECE.
Si estamos pasando situaciones difíciles, creamos que el Señor es Todopoderoso para levantarnos aún del pozo y poner un cántico de alabanza en nuestros labios.
Bendiciones
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