No sabemos el nombre de esta mujer, la mujer del manto, pero su acción heroica, si se quiere, fue plasmada en las páginas de los evangelios, para ejemplo de fe y valentía. Podemos mirar a través de sus ojos, llevando tantos años de sufrimiento, desprecio y dolor, buscar, como el ciervo sediento busca el agua, una solución a su problema, que recordemos databa de 12 años, ¡12 años padeciendo el mismo calvario! Absolutamente debilitado su cuerpo, debido a tanta pérdida de sangre, había perdido todo lo que tenía en manos de los médicos, que no le daban solución alguna; lo había perdido todo, menos la esperanza. Y cuando escuchó que Jesús pasaría cerca de donde ella estaba, se preparó, tomando fuerzas de quién sabe dónde, para ir al encuentro de Jesús. Quizás le faltaron fuerzas para pedir, para suplicar, para rogar un milagro, quizás, pero la fuerza de su fe en ése que pasaba fue mas poderosa; creer que tocando el borde del manto podía sanar, habla de una confianza admirable, de una fe genuina, de que Aquel que pasaba era mas grande que su problema. Jesús premió esa fe, no sólo con la sanidad física, sino con haberse detenido a hablar con ella, dirigiéndole palabras de confianza.
Tal vez estés enfermo o desalentado, o te sientas olvidado, dejado de lado o eres el poseedor de un gran problema; toma ejemplo de esta mujer, no consideres a tu problema mas grande que a Dios, solo cree que El es mayor que tu problema; sólo si crees verás la gloria de Dios.
Bendiciones
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