Duras las palabras del profeta. Isaías estaba frente a un pueblo que no quería oir a Dios, que no quería aceptar ninguna de sus reprensiones ni prestar oído a ninguna de sus palabras. El pueblo de Israel se alejaba cada vez mas de Dios, porque no era Dios el que se alejaba de ellos, sino que, a causa de tanta maldad, ellos mismos se habían alejado del Señor. En el vs. 2, el profeta deja bien en claro que las iniquidades de los hombres son las que los separan de Dios y que, en consecuencia, la justicia y la equidad que provienen de su mano, son detenidas(vs 15). Esto también es para nuestros tiempos. La gente hoy clama por que sea hecha justicia, claman justicia delante de Dios, pero no quieren dejar sus perversos caminos. El hombre pide justicia pero la justicia se aleja cada vez mas y la paz se ha apartado de su camino. Esto es consecuencia del pecado, de la maldad, no es culpa de Dios. Son nuestras rebeliones las que impiden que la justicia de Dios obre en favor nuestro, es nuestra maldad la que aleja de nosotros la benevolente mano del Señor.
Dios no está sordo, ni su mano se ha debilitado, sino que espera de nosotros una confesión sincera y un arrepentimiento genuino, una vida rendida a sus pies por amor. El está presto para extender su mano hacia nosotros, pero es nuestra decisión volvernos a El.
Bendiciones
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